Crónicas

Breves reseñas sobre la banda más significativa de todos los tiempos (memorias de un fanático para fanáticos) 2/8

Breves reseñas sobre la banda más significativa  de todos los tiempos (memorias de un fanático para fanáticos) 2/8
The Rolling Stones en su presentación en el Foro Sol, 1998. Foto : José Pacheco S.

Bridges To Babylon, México 1998 : La Swingin’ Pig Records y los tour staff

Por José Pacheco S.

En la década de los noventas llegué a trabajar como roadie: trailers, cajas, rampas, tubos, cables, luces, vallas, boletos de cortesía, láminas, gafetes, y todo lo relacionado al montaje de un escenario. Gracias a eso pude ver un cierto número de conciertos desde bastidores y en primeras filas. A finales de noviembre del 97, había invitado a dos conocidos, que alguna vez fueron mis amigos, a trabajar en el montaje del escenario Popmart de U2, uno de ellos era fanático de esa banda y el otro de los Stones.

Había quedado con ellos en que nos iríamos juntos a las doce del día ya que la cita era a las trece horas en lo que hasta la fecha conocemos como el Foro Sol. Les había explicado con quién llegaríamos y a qué íbamos. El fanático de U2 no acudiría a las doce del día como habíamos quedado, lo cual me resultaba extraño, así que como buen amigo acudimos a su casa para irnos juntos, pero fue rara sorpresa al momento en que su linda madre nos decía que no estaba.

Nos fuimos extrañados de ese desplante pues como fan de esa banda era una buena oportunidad de que viviera una grata experiencia. Al llegar hicimos lo propio y pasamos con el mánager que ya nos esperaba y nos daría las instrucciones de lo que llevaríamos a cabo. Al ir adentrándonos veíamos en la zona de pits al que se suponía llegaría con nosotros acompañado de su hermano y formado en otro equipo de trabajo. Veíamos cómo se intentaba lucir, levantando como inocente niño su mano cuando preguntaban quién sabia hablar inglés, ni siquiera se percataba de nuestra presencia y cuando por fin nos vio parecía que ni nos conocía.

Las sorpresas no paraban pues ese gesto de hacernos a un lado y llegar más temprano que nosotros, así como su ánimo de sentirse útil al ser bilingüe, le valieron para que el staff de U2 lo mandara junto a su hermano al steel crew, es decir, de cargadores de tubos. Pese al gran tamaño y corpulencia de estos, no aguantarían las encomiendas que ahí se llevaban a cabo, así que medio pudo ver el show, ocasionándose cierta antipatía de uno de los jefes locales y buen amigo, Javier Romero El Texcoco, y jamás requirieron a éste y su hermano de nuevo.

Este hecho ocasionó que un par de meses después en que llegaban los Stones al mismo lugar me costara cierto entorpecimiento para poder grabar audio y tomar fotografías, tanto de la rutina del backstage como del mismo espectáculo, meter al concierto, cortesía de mi parte, a alguna amistad, a mi madre y algún amor de entonces, así como conseguir memorabilia y firmas antes del show.

Foto: José Pacheco S.

En esa época no era fácil meter una cámara y menos una grabadora, así que era obvio que necesitaba gente de toda mi confianza, que me tendiera la mano, pero ese virtuoso amigo ya había echado a perder parte del plan por su frenesí y decepcionante desempeño en el Popmart. Y es que tiempo atrás había conocido a un tipo que mandaba audios de conciertos a Luxemburgo para maquilar lo que se conoce como discos piratas o bootlegs bajo el sello de Swingin’ Pig Records o sus filiales alternativas, quienes se dedicaban a vender (legalmente en Europa en aquel tiempo e ilegal en el resto del mundo) los audios no autorizados de varios artistas, mismos que venían de origen desde la misma soundboard del fronthouse o a través de grabaciones desde la audiencia.

Platicando con él le había comentado que había grabado varios conciertos y que tenía el audio en México del Voodoo Lounge, entonces quería comprarme los cassettes originales de varios audios. Y no era poca cosa, The Swingin’ Pig Records era un sello discográfico que tuvo grandes ganancias en las décadas de los ochenta y noventa, distribuyendo discos pirata de conciertos, grabaciones de ensayos, versiones alternativas de álbumes y singles, canciones descartadas, tapes inéditas y mixtapes (outtakes), que nunca vieron su salida oficialmente y que fue a través de la venta de la caja del LP/CD del concierto de los Stones de 1989, en Atlantic City, que ganó fama, ya que esta fue una grabación digital de pago por evento en vivo que se transmitió vía satélite y fue el lanzamiento más conocido de ese sello, debido a que la calidad del audio era tan buena como la de una autorizada y después de enfrentar demandas en Hamburgo y obtener varios fallos judiciales en contra y a favor, resulto ser el bootleg más vendido de la historia. Así que bajo diversos nombres de sellos discográficos como Midnight Beat, Moonraker, Elephant in the Pan, Magic Dwarf Records, Moby Dick Records, Dandelion Records, entre otros, la Swingin’ Pig Records seguía maquilando discos, era el boom de los bootlegs, algunos como el Get Your Leeds Lungs Out, calificado de calidad inmensurable.

Así que tomé mi grabadora tipo walkman, marca Aiwa con micrófono externo stereo de 4 entradas y me dispuse a grabar tanto el show como el soundcheck. Para el 6 de Febrero de 1998 habíamos montado ya el escenario, el cual, sin duda, ha sido el mejor en la historia de los conciertos: estéticamente hermoso, diseñado a forma de una colección ecléctica de los siete pecados capitales; relucían dos columnas en flor de loto abiertas, inspiradas en las que se aprecian en los Templos de Horus y Luxor en Egipto, y las dos esquineras en flor de loto cerradas, cuyas columnas con relieves mantenían las bocinas, inspiradas en las paredes y columnas de Mesopotamia, sobresaliendo una mujer dorada de grandes pechos que observaba a la banda seductoramente en una posición sexual, antes de que se abriera el piso del escenario frente a la batería de Charlie Watts y saliera un puente que llevaría a los Stones por encima de la gente hacia un segundo y pequeño escenario, el cual estaba en el centro del público.

No hicieron ensayo alguno, sólo Pierre de Beauport daba los guitarrazos en sol abierto con los técnicos del resto de la banda para ecualizar desde el fronthouse el sonido de los Stones y fue con ellos precisamente que me enteraría que la banda no iría al Foro Sol hasta el show. Tuvimos cierta simpatía mi amigo de aquel entonces y yo con Pierre, quien abría uno de los cajones repletos de puas y nos regalaba un puño de plumillas de Keith, a los técnicos personales les causaba cierta simpatía que a cambio de botellas de mezcal o tequila nos obsequiaran memorabilia y una que otra rareza digna de contar en un apartado dedicado a ello.

El Café Tacuba

Como los Stones nunca llegarían al Foro Sol, me fui de ahí y a medianoche me encontré con otro gran amigo, José Luis Velasco, otro fotógrafo hacker de conciertos, el cual era todo un artista para burlar la seguridad Lobo “Alfas y Libras” de aquel entonces (tanto los chamarras rojas con negro y los chamarras blancas con negro) y meter su cámara profesional Canon con un telefoto 70-300 mm a los conciertos, haciéndola pasar por binoculares. Esa noche íbamos en su camioneta y quedamos en ir a buscar a los Stones, sabíamos de lo que había pasado en 1995 en que una noche salió Keith a firmarle a un fanático que esperó hasta altas horas de la madrugada, así que era buen pretexto para convivir y ver qué pasaría. Había rotulado su gran fanatismo en la parte trasera de la camioneta, todo mundo la veía.

Foto: José Luis Velasco, en la misma su hija

Por alguna extraña razón, al momento de llegar salía el mismísimo Jagger en la Suburban, así que varios fuimos a la persecución del convoy, muchos se quedaron en el camino varados en Reforma por los altos y la destreza de los conductores que acompañaban a Jagger ya que se cerraban e impedían que continuaran, pero la habilidad de José Luis era tremenda, llevaba consigo su cámara profesional para el momento justo, la persecución la hacíamos a distancia ya que queríamos pasar lo más desapercibidos que se pudiera pero en la calle de Madero se perdía el vehículo principal mientras quedábamos rezagados en el Eje Central, mi amigo maniobro hacia 5 de mayo, preguntándome a dónde podría haber ido, el zócalo era demasiado obvio que no iría, el templo mayor ni en broma a esa hora, sólo podría ir a cenar o a divertirse en algún antro meramente típico de México.

Fue entonces que dribló en Isabel la Católica y metros adelante en la calle de Tacuba, es así que llegamos al número 28, El Café Tacuba, pero sólo vimos uno de los vehículos que conformaban el convoy así que me pidió que bajara y checara si Jagger estaba adentro, así que entré y no había nada que pareciera a un Stone, sólo sonidos propios a cubiertos, vasos y tazas, miradas frías y aburridas en un lugar semivacío así que me dirigí a la salida y al abrir la puerta ahí estaba, me tope con el mismísimo Jagger, su guardaespaldas, una chica muy linda y quien quizás era uno de los choferes de su hotel, más atrás, en la banqueta, su comitiva, tomándonos por sorpresa a José Luis y a mí, y al voltear a la calle buscando a mi amigo estaban ya estacionadas la Suburban y demás vehículos que formaban el convoy, Jagger incluso me permitía el paso para que pudiera salir y mi amigo por alguna razón que hasta la fecha no entendemos no documentó el momento con su cámara, ahí estuvo unos segundos antes de entrar, pero alguien de su comitiva le decía que volviera a subir a la camioneta pues algunos fanáticos torpemente estaban llegando. Así que este subió a la camioneta y para entonces pensaba que mi amigo con su telefoto había tomado un sin fin de fotografías con Jagger a mi lado, mientras este desde adentro me miraba con ese azul profundo de sus ojos y yo igual lo veía, esperaba a que bajara de nuevo y por lo menos decirle que no sólo era un fanático sino que también era uno de sus simples trabajadores. El resto es historia, acabamos en Garibaldi y las camionetas parqueadas sobre Eje Central. Nunca supimos en qué vehículo regresó Mick a su hotel ni a qué hora.

Teotihuacán, 1998

La mañana siguiente del primer concierto muchos ingenuamente esperaban la firma de los Stones en las afueras del Hotel Four Seassons de Reforma, con posters, discos y guitarras se veían sentados en las escalinatas del Seguro Social, otros más esperaban parados en la banqueta, era poco antes de mediodía. Después de unas horas salían tres camionetas con un Stone escondido en alguna de ellas y sabiendo que Keith y Ronnie suelen desvelarse suponíamos que iba ahí Watts o Jagger.

Foto: José Pacheco S.

Así que varios subieron a sus carros a perseguir el convoy y junto con unos amigos tomamos un viejo taxi e hicimos lo propio siguiendo a distancia a Jagger desde el Hotel Four Seassons en Reforma, era una persecución como tal, unos tan torpes como para ir tocando el claxon y acelerar para no perderlos, otros más con pancartas desde sus ventanas iban gritándole al vehículo, poco a poco se iban rezagando por los bloqueos de las otras camionetas que formaban el convoy que lo escoltaba, al grado de que todos lo perdieron, así que en Insurgentes vimos que la camioneta tomaba dirección hacia el norte, perdiéndose en la distancia y con ello el ahogamiento de la frustración del fanatismo. El taxista al ver la dirección que habían tomado y que no había nada turístico en ese rumbo, sólo la carretera Ecatepec-Pachuca, nos decía, “sólo las pirámides, ¿cómo ven?”, “métele” decía yo, así que el viejo Volkswagen Sedán y el chofer hicieron gala de majestuosa habilidad y velocidad, eran esos taxis que no tenían el asiento del copiloto, ni un cinturón de seguridad, sólo la agarradera de plástico desgastada que parecía se rompería cada vez que frenaba o tomaba una curva.

Llegamos al estacionamiento y no tardamos en ver la Suburban negra casi en la misma entrada estacionada. Se tenía que actuar con sigilo. Vimos cómo el mismo Jagger se compraba un sombrero y pronto, con suerte, alcanzamos a la comitiva conformada por su entonces guardaespaldas Rowen Brade, un tipo de color, fornido y de mediana estatura, muy agradable, la entonces pequeña Georgia May y su niñera, quienes caminaban en la calzada de los muertos hacia el conjunto del Quetzalpapalotl. No había tanta nimiedad banal y mediática de redes sociales, eso y quizás la época de entonces ayudaba para saludarlo y obtener alguna firma.

Foto: José Pacheco S.

Solía cargar alguna cámara fotográfica por simple gusto, así que fingimos casualidad al encontrarlos de frente, ahí estaba Jagger a un metro frente a nosotros, tomé mi cámara y como cualquier otro turista que toma fotos al complejo arqueológico le tomé algunas a él en dicho lugar, pero el guardaespaldas no era tonto y se había percatado que no éramos simples turistas, así que el truco era acercarse a éste, era el principal filtro, así que el amable Rowen me pidió que en cuanto pudiera y si él (Mick) quería podría acercarme o bien el artículo que firmara él mismo me lo daría, sólo nos pedía no hacer mella ni escándalo, así que le dijimos que esperaríamos sentados cerca del templo de los jaguares mientras Jagger y su hija eran paseados con un guía por el lugar y recibían de un curandero una limpia espiritual mediante un ritual prehispánico con incienso, hierbas, cantos y letanías para armonizar y conjurar salud y bienestar. Al final Rowen nos hizo una seña de que fuéramos y con la palma de la mano hacia abajo nos señalaba que llegáramos despacio y tranquilos.

Ahí estábamos solos con su comitiva en la calzada de los muertos, sin fans ni paparazzis. “Hi guys”, nos saludaba y estrechaba la mano como si nos conociéramos de toda la vida y al verme “Hey I saw you last night”, un (breve dialogo y risas), firmó lo que llevábamos mientras reía con la niñera de su hija, estaba con buen humor y así en un chistar nos dijo “Ok guys, enjoy the show, see you tomorrow”. Éramos jóvenes, niños para él. Lo habíamos conseguido y quizás era quitarnos de su camino con eso, entonces las gracias y la emoción existencial de tenerlo frente a ti…

Foto: José Pacheco S.
Este texto pertenece al primer número de Píntalo de Negro, Stoned, publicado en octubre de 2019.

 

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