The Rolling Stones en su presentación en el Estadio Universitario de la UANL. Foto: José Pacheco S.
Monterrey, 2006
Un concierto de los Stones no es sólo el concierto en si, sino lo que también gira alrededor a éste: los fans, nuevas amistades por conocer, boletos de avión, de autobús, algunos de aventura piden aventón a un trailero, hospedaje, lugares que no conocías antes y que tienes que conocer porque el lugar donde tocan te lo impone, rutas por tomar, cerveza, sexo, playeras, rock y rodar… mucho rodar… de ahí que se diga que es toda una experiencia.
Era Monterrey, Nuevo León, lugar rodeado de montañas donde el futbol se siente en cada esquina, aquí la historia comenzó desde que fue anunciada su presentación por una agencia distinta a la que siempre organiza este tipo de eventos, una televisora apostó por los conciertos y lanzó la agencia de promoción Azteca, de tal forma que cientos de fans no creíamos de tal presentación cuando se rumoreaba.
Es así que desde meses atrás se organizó una caravana de automóviles para recibir en el aeropuerto a los Stones. En algunos bares y antros tabledance se promocionaba y se lucraba la lengua emblemática del grupo, en las calles comenzó la publicidad invadiendo las bardas, postes, y puentes peatonales.
El lugar sería el Estadio Universitario, casa del equipo de futbol los Tigres de la UANL, a un lado de la misma universidad, un lugar colmado de gente joven llena de energía y entusiasmo, donde no importaría si se simpatizaba con los Rayados o los Tigres, la fiesta albergaría a residentes, mexicanos de los Cabos San Lucas, los mal llamados chilangos, tapatíos, pipopes, hasta yucatecos, europeos, texanos y chicanos, no importaría edad ni acentos… simplemente los Stones darían el espectáculo en una tierra donde nunca habían tocado y donde nunca regresarían, un lugar más para ellos, y para uno era un sitio donde el cabrito, la arrachera, los frijoles al inicio de toda comida y el atardecer en el Cerro de la Silla vuelven a este lugar bastante acogedor; un estadio mucho más pequeño que el mismo Foro Sol, lo que volvía al lugar en una plaza bastante más intima para disfrutar.
El escenario fue levantado a partir del domingo 26 de febrero, y la misma estructura metálica utilizada en la gira latinoamericana fue estándar, la promotora facilitó este material que pareciera ser más nuevo que el usado en la Ciudad de México, de tal forma que se instaló la enorme pantalla en cuestión de minutos. A diferencia de otras giras, la producción cada vez era menos y para este lugar sólo fueron cien trabajadores los que conformaron el staff, en cada localidad para el montaje del escenario fueron apoyados con 160 trabajadores locales.
Como dato, me regalaron desde el Distrito Federal un libro que manejaba el staff y en el que se aprecian como simple estadística las características del escenario, ahora más pequeño que los usados en anteriores giras con 60 metros de ancho, 30 de fondo y 25 de altura; 150 luces robóticas multidinámicas, 500 convencionales y una simple pantalla de alta definición de 12 x 8 metros.
El martes 28 de febrero, alrededor de las 14:00 horas, unos 40 fans se concentraron en el Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo de esta ciudad para esperar el arribo de Jagger, Richards, Watts y Wood. Fue hasta el filo de las 17:30 horas en que llegó de la Ciudad de México un vuelo privado con sus Satánicas Majestades.
Al salir del aeropuerto se podía ver a un Jagger sonriendo, llevando consigo una cam corder en la cual grababa los momentos de su llegada y cómo los fans intentaban obtener una firma o un saludo pero esto desafortunadamente no fue así, ya que el lujoso Cadillac en que tanto gusta viajar tenía los vidrios ahumados y sólo podía apreciarse de frente al lujoso automóvil en el cual iba sentado en la parte de atrás, mientras el resto de los Stones viajaban en las camionetas Van, resguardados por dos motociclistas de la policía de tránsito, dos patrullas municipales, una patrulla de la Policía Federal de Caminos, así como un equipo SWAT, quienes iban abriendo paso, y, muy atrás, un autobús con sus técnicos personales eran llevados hacia el Hotel Quinta Real que se encuentra en la Colonia San Agustín, en la región del Valle mismo en que se hospedarían.
Al llegar al hotel, Jagger bajó del vehículo y entró por la puerta principal, no así por el estacionamiento subterráneo como regularmente lo hacen los artistas que visitan esta cuidad. Ahí estaba en el lobby esperando impaciente a Keith, había gente y no podía negarse a firmarle a un pobre tipo que entonces le hablaba desde su asiento, el lugar no era Buenos Aires repleto de fans, aquí sólo eran contados, así que se escuchó un “Hey Keith come on… please, only a few seconds” mostrándole mi plumón y el póster, éste -al voltear entre molesto y un “ok esta bien, la gente me mira, soy buena persona”- se acercaba y ahí estaba la firma; “no pics”, me repetía el guardaespaldas. Estaba bien, no iba insistir, con suerte al día siguiente podría obtener algo más.
La fecha tan esperada llegó en un día festivo para la religión católica, nada menos que un miércoles de ceniza para adorar y aplaudir a sus Satánicas Majestades coreando ‘Sympathy for the devil’. El tráfico hacia el Estadio Universitario no podía faltar, el trayecto al mismo estaba pintado de camisetas, en cualquier esquina se vendía toda clase de souvenirs y memorabilia, espectaculares con la leyenda A Bigger Bang, los cuales opacaban los horribles rostros y frases trilladas que aparecían en las propagandas electorales.
Ya afuera del estadio, los puestos con la infinidad de camisetas y diseños estaban colmados por fanáticos, curiosos y universitarios la mayoría… De un lado de la avenida el doctor Simi hacía de las suyas regalando simicondones y el malintencionado senador Humberto Cervantes Vega estratégicamente colocó un camión frente a la entrada principal con su imagen para hacer proselitismo.
Así el Cerro de la Silla era testigo del folclore mexicano y en éste se apagaría el último destello del astro solar. Tacos, refrescos de ponche, caguamas, tortas y hot dogs eran el manjar, rico en calorías para aguantar la espera por los Stones.
Ya adentro del Estadio y cerca de bastidores el Rattle Snake Pit daba asilo a invitados y gente distinguida, lugar donde Alejandra Guzmán recibía elogios y buena suerte en lo que sería su presentación como telonera de los Stones, así como lugar para jugar un poco a la carambola y en donde los Rolling esperarían por más de una hora para comenzar su show debido a fallas técnicas que se presentaron después de la actuación de Alejandra Guzmán.
A las 20:30 horas aproximadamente llegó el turno de Alejandra Guzmán, el morbo por ver la respuesta del público hacia ella cosquilleaba a todos los que no residen en esa ciudad, el estadio no estaba ni siquiera a la mitad de su capacidad en cuanto a espectadores, así que la chica bailó y sudó la gota gorda al ver la indiferencia y rechazo del público, y ella misma les grito “ULEROOOS…!”. Fue hasta que bajó del escenario y emprendió una carrera por el pasillo que da hasta lo que sería el escenario B cuando demostró su elasticidad ejecutando un split y con ello evitar ser abucheada y ganarse al menos el reconocimiento a su esfuerzo.
Después de la presentación de Alejandra Guzmán el ambiente y el calor surgían de la parte alta de gradas (la cual fue entrada general al Estadio), haciendo la ola (aquella que se hizo famosa en el mundial de fútbol en México ‘86), se escuchaban aquellos cánticos característicos de las porras de fútbol del equipo Tigres, todo esto era el presagio de un excelente ambiente y respuesta del publico de lo que sería un fabuloso concierto y una satisfacción garantizada.
El lugar estaba lleno y en un lugar que no sería utilizado para ver el show entraron, después de salir de clases, muchos jóvenes universitarios, llenando la parte izquierda de gradas. Tuvimos que esperar hasta poco más de las 22:30 debido a problemas técnicos con el manejo de las máquinas generadoras de humo y la sonorización de los monitores en el escenario.
Un trabajador local, en compañía de Dale Skjerseth (productor del tour), anunciaba las fallas técnicas acompañados del fuerte abucheo y chiflidos con recordatorios del respetable, mismos que se ahogaron una vez que anunciaron el inicio del concierto dentro de 10 a 15 minutos.
La espera terminó y comenzaron los acordes de ‘Jumping Jack Flash’, apareciendo en primer cuadro Keith Richards con su hermosa guitarra Fender Telecaster, llevando a cabo sus característicos riffs. Mick Jagger se disculpó en español: “perdón por la tardanza”, y el público pasó el detalle ovacionándolo. La fiesta comenzaba, todos gritaban y Jagger los provocaba y tal fue el momento que en ‘Midnight Rambler’ el mismo Jagger se quedó pasmado ante la excelente respuesta de los presentes, en esta canción bailó y demostró mas energía que la ofrecida en el Foro Sol de la Ciudad de México.
“Angie… oh Angie!” provocó que salieran las chispas de los encendedores y las grabaciones de celulares. “En las batería, ¡el rey de la música norteña… Charlie Watts!” decía Jagger al presentar a la banda, pero el momento más emotivo en los conciertos de los Stones llegó con la siempre enorme ovación a Keith Richards quien no sabía cómo corresponder a tanto cariño y admiración por parte de la gente, el momento más dulce y nostálgico en cualquier tour, ahora con ‘This place is empty’ y ‘Happy’, donde Richards se refería al público como “amigos y compadres”.
Llegó el momento de ‘Miss you’, los contras y bombo de Charlie Watts sonaban con mucho más punch, una versión excelente en la cual la banda se despliega 40 metros aproximadamente en una plataforma, acompañados de Chuck Leavell y Darryl Jones, hasta el escenario B, y ahí tocar apoyados del público ‘Get out of my cloud’ y prender más a la gente al exclamar con gran entusiasmo “¡arriba los regios… son un público excelente, gracias!” de parte de Mick. La gente estaba extasiada, la hermosas mujeres bailaban, en las gradas de la “zona de gol” la gente brincaba y respondía al llamado de Jagger cuando levantaba las manos con el coro “ Hey … hey… you … you… get out of my cloud…!”
El momento para aliviar un poco los prejuicios al diablo llegó… ‘Sympathy for the devil’, muchos católicos aún llevaban marcada la frente con ceniza o tizne y coreaban como chiquillos entusiasmados por querer adivinar el nombre de aquel que nos pedía de favor presentarse ante nosotros y confundirnos con su juego, una versión que nos hacía recordar aquella de los 70’s en vivo por los platillos y la afinación de la tarola de Charlie Watts para esta canción.
La gente se unía al unísono con el coro y nos transportábamos al infierno con la elegante personificación del demonio de Jagger, caracterizado con la ayuda de un escenario que no podía dejar de adecuarse a dicha canción con explosiones y rojos incandescentes, acompañado de dos excelentes solos de guitarra por parte de Richards y que duraron más de lo acostumbrado por la gran emotividad que sentía Keith del público, mientras Jagger bailaba y aplaudía dirigiéndose al costado izquierdo del escenario hasta llegar casi a las gradas donde se encontraban los jóvenes universitarios. ¿Había otro lugar en dónde estar? Eran el lugar y el momento para disfrutar el éxtasis de lo que simboliza estar en el show más grande del mundo, “di su nombre, dile cual es su nombre y tenle un poco de simpatía…”.
La recta final comenzó con ‘Start me up’ (‘Enciéndeme’) y la característica explosión no se hizo esperar en la parte inferior del escenario frente al público, seguida de ‘Brown sugar’, las cuales llevaron a la locura a todos los presentes quienes no dejaban de bailar, brincar y cantar, ¡qué fiesta! La temperatura marcaba los 30º C y eso era el verdadero infierno de fiesta.
Después de esto hicieron un encore para salir tres minutos después y deleitarnos con ‘You can’t always get what you want’, preparándonos para el presagio que nadie quería sucediera, y es que al final no siempre puedes obtener lo que quieres… así que al no encontrar satisfacción culminan con el placer deleitándonos como a chiquillos con ‘(I can’t get no) Satisfaction’.
Los músicos se abrazan y dan el gesto de agradecimiento mientras la multitud les exclama su cariño y deseo sexual. Los regios piden que no se vayan y el estadio grita “¡otra… otra!” pero las luces se apagan y son el preludio de los fuegos artificiales que callan las súplicas por otro tema más… Es así que los Stones terminan con su presentación con sonrisas llenas de satisfacción y con ese placer que desde hace 43 años han dado a toda la gente, al rock en su conjunto y a toda la historia musical.
Al llegar de nuevo al Hotel coincidió con la también llegada del interprete Luis Miguel a quien, dato curioso, el equipo de los Stones le cerraron la puerta de acceso al hotel y personal del mismo lugar le impidió la entrada hasta después de casi una hora. Por último, y sin lugar a dudas, este concierto superó por mucho al presentado en la Ciudad de México en el Foro Sol y esto en parte se debió a la temperatura de 30º a 33º C, y sobre todo a la calidez y trato de la hermosa gente de Monterrey, a los cuales, en parte, se les debe que este concierto fuera más que un simple concierto… En aquel entonces una vez más me preguntaba, como cuestionaba un viejo amigo, ¿será la última vez que vuelva a ver a los Stones?