Milán, 2006
Por José Pacheco S.
Era verano en Europa y el calor hacía sus estragos en Italia, poco antes ese país había ganado la Copa Mundial de Futbol, el ambiente era de fiesta, cervezas a cualquier hora, souvenirs de futbol en cada esquina donde parecía que los africanos que venden toda clase de recuerdos eran más italianos celebrando la victoria de ese país.
Me encontraba con un viejo y gran amor en Roma, viajábamos dentro de Europa, el calor me hacía tomar agua de los bebederos y beber cerveza a toda hora, ha sido el agua más rica que haya tomado, sin importarme la detracción y la cerveza más necesaria que haya tenido que tomar, por lo que me mantenía en un buen estado tanto anímico como psíquico, en Europa ¿quién no amanece tomando cerveza en pleno verano?
Meses atrás había intentado conseguir boletos para ver a los Stones en el estadio de Wembley, pero por complicaciones con el promotor los shows se cambiaron al Estadio Twickenham de Londres, situación que me había desmotivado bastante ya que a pesar de que Wembley era un estadio nuevo, no dejaba de representar ese deseo aspiracional y melancólico que de jovencito me transmitía ver el concierto Imax de la gira del 90 (Urban Jungle) en un videocassette VHS, en el viejo y demolido estadio de Wembley.
Así que sin más, mis próximas citas para verlos serían Munich, Hannover, Berlín y Colonia, teníamos ya contempladas dos semanas viajando dentro de Alemania, así que previo a esto, dado el itinerario y sin haberlo deseado, una visita obligada era Milán, que en trayecto hacia el norte nos quedaba de paso.
En la estación Termini, un día antes del concierto, ya se veían muchas playeras con la lengua caminando dentro y fuera, era el inicio de la gira europea y habían sido días de sol, mucho calor e historias de noche, estaba casi muerto, sólo quería comer un calzone napolitano y beber una cerveza, el tren que nos llevaría un día antes iba abarrotado de italianos y extranjeros que se dirigían al concierto de los Stones, no había manera de ir, todas las corridas estaban agotadas, pero el destino nos puso en el camino a un tipo llamado Mauriccio quien nos dio el “permiso” que nos faltaba para subir.
“Así que ya arriba del tren nos sacudía la zozobra de los controladores. Al arrancar el tren todos empezaron a cantar, fueron quizás las poco más de tres horas de viaje en tren más llenas de alegría, la fiesta mas Stone en que haya estado, todos celebrábamos la Copa del Mundo, a Richards que estaba recuperado de su caída de una palmera en las islas Fiji y yo por estar ahí”
Cervezas y vino pasaban de mano en mano, bellas mujeres riendo y gritando, durante el trayecto nunca pasó un controlador a revisar los pases de tren, Mauriccio nos decía que era mejor no hacerlo, nadie quería confrontarse con un tren lleno de italianos eufóricos, campeones y ‘estonianos’, menos los controladores, policías y cualquier cosa que sonara a autoridad, y aún, pesé a la arrogancia y dureza italiana, los policías también estaban felices, ¿a quién le importaba la formalidad y las reglas?, éramos en ese momento otro par de “italianos” que sólo buscábamos llegar a Milán al igual que todos.
Ironías de la vida que en ocasiones uno nunca espera, al día siguiente llegamos al Estadio Giuzeepe Meaza de San Siro, en Milán, y algo que caracterizaba los shows europeos es que a nivel de cancha no estaban seccionados como habitualmente sucede en América.
Poco a poco se fue llenando el estadio comenzando los cánticos, los italianos realmente deseaban gritar y saltar, comenzaban las olas de la gente a moverse sobre nuestras espaldas, las gradas no dejaban de cantar, era increíble el ambiente, sonido de vuvuzelas (trompetas), un sin fin de banderas italianas ondeando, playeras albicelestes y una que otra con la lengua o la sin gusto, playera impresa con el escenario.
La temperatura subía y apretados cerca del escenario quería que ya comenzara el concierto y que ya acabara, dudaba que podríamos aguantar estar ahí bañados en sudor, sin beber absolutamente nada, cada vez era mas asfixiante, podía voltear y ver el sudor del mar de gente evaporarse.
Con la luz de sol aún y por ahí de las nueve de la noche, volaba un zeppelin arriba del escenario; por fin iniciaba la introducción y con explosiones por fin salían los Stones.
Keith errático en el riff inicial de ‘Jumping Jack Flash’, pero todos empezaban a brincar y era ensordecedor el ruido de la multitud, las bengalas se prendían y junto a ellas las banderas italianas ondeando por todo el estadio con el humo, muchos se quejaban del volumen en las primeras canciones que por una disposición del gobierno local no se permitía sobrepasar un cierto número de decibeles, pero dado a que estábamos a metros del escenario la combinación del audio con los cánticos italianos nos resultaba perfecta, no así para los más alejados.
Keith en ocasiones se perdía y era rescatado por Ron Wood, un set en que resaltaban ‘Let’s spend the night together’, ‘Streets of love’, ‘Con le mie lacrime’ (’As tears go by’), ‘Night time is the right time’ (original de Ray Charles) y ‘Under my thumb’. El momento de descanso llegaba con ‘Streets of Love’, Blondie Chaplin acompañaba con guitarra acústica y Jagger y Wood al frente con la Stratocaster, Keith con una Gibson semihueca se distraía al ver la potencia con que era coreada esa canción por el público, tal vez haya sido una de las pocas veces que vi a Lisa Fisher tan radiante y tan emocionada, realmente disfrutaba acompañar a Jagger en el coro.
“Después una versión hermosa de ‘As tears go by’ cantada en italiano, la única ocasión que escuche esa belleza, un acústico en el que parecía que Jagger y Richards lo hacían por diversión sin importar equivocarse”
Después una versión hermosa de ‘As tears go by’ cantada en italiano, la única ocasión que escuche esa belleza, un acústico en el que parecía que Jagger y Richards lo hacían por diversión sin importar equivocarse, podría escribir todo un capitulo a esta canción, desde el momento que vi aparecer a Keith con la Fender acústica de 12 cuerdas y la primera estrofa en que Jagger perfeccionaba aquella versión de 1966 que ocasionaba que la ovación fuera tan estruendosa como el mismo volumen que emitían los Stones.
Keith, errático en ‘Before They Make Me Run’, era rescatado por Bernard Fowler y Lisa Fisher, dejaba de tocar para concentrarse en la letra, proyectada en sus monitores, y cantarla adecuadamente. Los solos melódicos de Keith en ‘Slipping Away’, matizando y dándoles armonía Ronnie Wood, de especial atención al último. Siempre era un placer ver como disimulaba Keith al equivocarse.
Las vuvuzelas y las banderas de Italia por todo el estadio formaban parte de la distinción entre la ovación, estábamos empapados en sudor, a mitad del concierto el oxigeno parecía faltar y muchos sin playera por la temperatura parecía no importarles. Jagger realmente estaba disfrutando el show, saltaba e interactuaba con el público, quienes coreaban el bajeo de ‘Seven Nation Army’ de los White Stripes antes de iniciar ‘Under My Thumb’.
Era el himno de la victoria sobre Francia, la cual, para el encore, los Stones tuvieron el detalle, tal vez innecesario, de permitir subir a los jugadores del Piero y Materazzi a festejar su triunfo y corear a su manera ese bajeo de Jack White. Con videos de los goles en la pantalla, los italianos y nosotros quedaríamos extasiados.