The Cult. Foto: Dara Blumenhein
El extinto Salón 21 recibió el 1 de diciembre de 2006 a la banda de Ian Astbury y Billy Duffy en su segunda visita a México. Aquí la crónica de esa tocada para recordarla a 14 años del momento.
Por Carlos Alberto Morales
Sábado por la tarde y mis oídos aún tienen ese zumbido, huella del alto nivel de decibeles a los que fueron expuestos la noche anterior en el recinto de Polanco, conocido como el Salón 21. Era el retorno de The Cult desde aquella primera presentación en el Palacio de los Deportes, el 12 de diciembre de 1991, donde alternaron con El TRI de Alejandro Lora y Joan Jett. Era el regreso de Ian Astbury a estas tierras que hacía dos años (2004) visitó en compañía de Ray Manzarek y Robby Krieger en lo que se denominó The Doors of the 21st Century.
El promocional transmitido por radio anunciaba el concierto de The Cult con los miembros originales, pero en realidad sólo era un medio de aquella agrupación que a mitad de los ochenta y principios de los noventa tuvieron su mejor momento. Hubiera sido maravilloso ver reunidos allí en el escenario de Lago Andrómaco al otro medio faltante, que estaba conformado por Jamie Stewart en el bajo y Nigel Preston en la batería.
Al llegar al lugar me sorprendió el hecho de ver que no había mucha gente y adentro la misma escena se repetía, esto nos permitió a mi acompañante y a mí colocarnos del lado izquierdo de frente al escenario, mi reloj marcaba las 20:15 horas, pero conforme fue avanzando el tiempo, el Salón 21 se fue poblando y aunque había personal de todas las edades, era visible que el rango predominante estaba entre los treinta -en el cual me incluyo– y los cuarenta años, más hombres que mujeres, y algunas cabelleras que ya visiblemente denotaban canas. En lo que comenzaba daba un repaso por el sitio, miraba para todos lados y junto de nosotros se ubicó un chavo que llevaba en hombros a un pequeño de unos tres años, el cual portaba una camisa que le quedaba algo grande de The Cult perteneciente a la época de su álbum Love, el cual considero es el mejor de su discografía.
El concierto se demoró más de una hora, comenzó a las 21:30 y todo esto debido a una falla con el equipo de audio de Billy Duffy, que durante todo el recital mostró su enojo ante este desperfecto que el técnico del staff nunca atinó a reparar, al parecer tenía que ver con la amplificación de sus guitarras.
Se dejó de escuchar la música de fondo, los técnicos del staff ocuparon sus sitios y las luces se apagaron, sólo quedó prendida una que iluminaba la escalinata que venia del backstage por donde harían el arribo los músicos. Empezó a sonar el tema de esa obra maestra de Kubrick interpretada por Walter Carlos Clockwork Orange para dar entrada a la ráfaga potente de puro, total y absoluto rock & roll.
‘Lil Devil’ fue la primera en dejarse escuchar y empezó la adrenalina a fluir en todos los presentes; gritos, brincos, baile, slam, puños levantados y miradas fijas en los cinco hombres de enfrente que vertían sobre todos nosotros la potencia de la música. Billy Duffy hace una rabieta, algo no le gusta y entrega su guitarra al técnico para acto seguido desaparecer por la misma escalinata que lo vio entrar. Astbury pide paciencia al personal e interactúa con el público.
El bajista que los acompaña me recordó a una amiga que vive en Tijuana y que era su copia fiel sólo que en versión masculina. Quince minutos después de vuelta al comienzo, pero el problema nunca tuvo solución ya que durante todo el concierto Duffy dio muestras de su encabronamiento con los técnicos del staff pateando los atriles de los micrófonos y las bocinas que colgaban a ambos lados del escenario. Era un hecho, estaba emputado pero eso no demeritó en nada la presentación de The Cult. Astbury bromea y haciendo una seña a otro de los técnicos, pone su puño en forma de pistola y se lo coloca en la boca en referencia de que todo -arriba en el escenario- es una locura y lo más sano sería en esos momentos cometer suicidio.
Se altera el orden de las canciones (set list) y aquí debemos agradecerle a Duffy su inconformidad ya que gracias a ello escuchamos ‘Nirvana’ pieza del Love que nunca imaginé que fueran a tocar. Estoy seguro que ese momento transportó a varios de los presentes a los años en que Rock 101 fue parte de nuestras vidas y de nuestra adicción por el rock.
‘Sweet Soul Sister’, ‘Electric Ocean’, ‘The Witch’, ‘SpiritWalker’, ‘Revolution’, ‘Rain’, ‘The Phoenix’, ‘Hollow Man’, ‘King Contrary Man’, ‘Horse Nation’, ‘Fire Woman’, ‘Rise’, ‘Peace Dog’, ‘Wild Flower’ y ‘Love Removal Machine’ completaron el set y fueron otras de las piezas que me hicieron vibrar, brincar y constantemente saltar, levantando ambos puños. Astbury incansable con su paliacate gris cubriendo parte de su cabeza, tocando el pandero y haciendo un baile que nos remitía a los antiguos pobladores del Norte de América. La noche cerró con ‘She Sells Sanctuary’ y ahí es donde agradecí el poder ver a aquellos a quienes considero mis héroes y forjaron mi adicción por el rock.
Varias de esas rolas me remitieron también a principios de los noventa, cuando después de una jornada de ocho horas encerrado en Perisur, nos dirigíamos a casa de mi amigo Richard el Spooky Tooth, quien vivía en la Villa Panamericana, para escuchar música y beber grandes cantidades de cerveza. Compartiendo letras, música y amor por la noche.
La tocada terminó y poco a poco nos enfilamos a la salida, a nuestro paso vemos la diversidad de tribu que convocó The Cult: metaleros, darketos, góticos, rockcientoúnicos, etc. Algunas caras conocidas, otras que no recuerdo de dónde pero que allí estábamos, listos a continuar la noche lejos de The Cult.