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Rollings, Rolandos y Rolingas: el impacto de los Stones en los chavos banda

Rollings, Rolandos y Rolingas: el impacto de los Stones en los chavos banda

Foto: Pugy Sinner

El culto que se le rinde a los Rolling Stones a nivel global es bien conocido por muchos, pues es la banda que nos cautivó desde sus inicios, no sólo por su electrizante música, sino también por la sensual y provocadora actitud con la que se desenvolvían desparpajadamente por todos lados, retando a la moral y buenas costumbres que se dictaban en aquellos incipientes sesentas. Fueron la imagen con la que muchos jóvenes hicieron click y tomaron como estandarte para forjarse una identidad, una que estaba fuera de los cánones establecidos hasta el momento. Si bien ya había músicos y corrientes subterráneas con la misma pasión y rebeldía entre la juventud de la época, la diferencia con los Rolling es que ellos lo hacían a la vista de todo, en los medios convencionales y populares, y exhibían descaradamente la vida del rockstar con sus excentricidades y excesos, sin mucho complejo, mitificando públicamente el estereotipo del rockero. Esto, sin duda, fue el detonante para que chicas y chicos de diferentes estratos sociales se adentrarán en el mundo del rock’n’roll; tanto quienes ya andaban inmiscuidos en el asunto, como los adolescentes ricachones que encontraron en el estandarte que representaron los Stones, un nuevo estilo de vida.

En México, la cosa no fue muy diferente, en cuanto a la superficie se refiere; es decir, igual que en Europa y Norteamérica, la fiebre por sus Satánicas Majestades pegó a la juventud inmersa en la onda intelectual y underground, y, por otro lado, a los llamados chicos fresas y bien portados que cantaban ‘(I can’t get no) Satisfaction’ con perfecta pronunciación de escuela bilingüe; pero también es importante mencionar cómo les llegó durísimo a los escuchas que casi siempre permanecen inmersos bajo la tierra, los rockeros de la periferia de la capital del país, los chavos banda del Valle de México.

La banda gruesa, como se le llamaba a los jóvenes que gustaban del rock’n’roll y del punk rock en los barrios marginados del Estado de México, comenzó a agruparse en pandillas a finales de los setenta, ganando cierta notoriedad por sus actividades delictivas y su aspecto, principalmente copiado de la corriente punk y rocker inglesa, aunque un poco mal logrado debido a la precariedad de su condición económica; otro rasgo característico era el uso y abuso de sustancias tóxicas, el cual también imitaban de las estrellas de rock, y que también se veía deformado por su situación de marginales, mientras sus contemporáneos ingleses consumían fuertes ácidos lisérgicos, la contraparte nacional inhalaba corrosivo FZ 10 en botellas o bolsas rehusadas. 

Estas pandillas eran bautizadas con los nombres de las bandas favoritas de los miembros que las conformaban, así es como en el barrio podías encontrar, a Los The Doors, Los Ramones y obviamente a Los Rolling Stones; en ocasiones, sólo hacían alguna referencia a los músicos en lugar de usar el nombre completo; tal es el caso de los Sex Panchitos Punk o los BUK (Bandas Unidas KISS), incluso algunos nombres se mexicanizaron como Los Rolins o Los Rolandos.

banda
Sex Panchitos Punk de Tacubaya

Simplemente en Neza podríamos contar mínimo unas 10 pandillas en la última mitad de los ochentas, cuyo nombre era homenaje a Mick y compañía, así como miembros de las mismas, con apodos como el Yaguer o el Richars. Además de observar por sus calles una buena cantidad de bardas marcadas con la icónica lengua diseñada por John Pasche, pero reinterpretada por cualquier elemento que se aventara a dibujarla con aerosol sobre uno de los muros de ladrillos sin aplanar. 

Ya en los incipientes noventa, los chicos de clase media alta podían ir a Londres y adquirir los LP’s, CD’s, cassettes, revistas y playeras oficiales de la banda, mientras que los jóvenes de las colonias populares de la zona conurbada de la ciudad acudían a los bailes sonideros de rock and roll para tomar una caguama servida en bolsa, fumarse un porro mal forjado y bailar al ritmo de sus ídolos; ritual al que acudían vistiendo playeras piratas y de mala calidad, la mayoría, pintadas por ellos mismos con materiales caseros y aun luciendo los emblemas de las pandillas de la colonia en banderas, lonas o parches, también fabricadas a la vieja usanza del hazlo tú mismo. 

En la actualidad aún puedes ver en bardas de barrios ubicados en cerros de la periferia algunas pintas más elaboradas con la imagen de una lengua desafiante, indicando que aún es el territorio de aquellos chavos rocanroleros, pero que ahora quizá esta custodiado por sus hijos o incluso sus nietos, quienes han cambiado los jeans rotos y entubados por pantalones muy anchos de pana, el cabello largo por diferentes variaciones del mullet, y el cemento por algún otro solvente inhalable, pero que igual que sus antecesores siguen vistiendo playeras de los Stones. Aún se reúnen por las tardes a fumarse un gallo, echar la caguama y acudir a algún baile del Sonido Jagger, quien orgulloso de su gusto por dicho género programa sólo rock’n’roll, y ya que su dueño siempre se ha manifestado como gran fanático de los Rolling seguro hará sonar por lo menos un clásico de la banda. Así, con el sonido de la guitarra de Keith tronando en grandes bafles acomodados en alguna cancha pública del barrio, apenas protegidos por una lona, la banda baila con hábiles pasos que no le vimos ni al mismo Mick en sus buenos tiempos. 

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Cabe mencionar, que esta subcultura, es particular del Estado de México y sus diferentes municipios, y es una de las más viejas en el país, sus inicios son asociados a la época de Avándaro, se codeó directamente con el movimiento rupestre y se terminó de cimentar en los ochentas con la explosión del llamado rock urbano. No cuenta con el mismo boom en los demás estados de la República y sólo se podría comparar a nivel mundial, con los Rolingas de Argentina. 

Seguramente en los setentas nadie se imaginó que este grupo de extraños ingleses, pertenecientes a la clase acomodada, levantarían tanto revuelo entre los jóvenes marginados de México, y que, hasta la fecha, las generaciones posteriores mantienen vivo el mito de sus Satánicas Majestades desde su muy particular punto de vista. 

*Este texto pertenece al primer número de Píntalo de Negro, Stoned, publicado en 2019.
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