Foto: José Pacheco S.
Por José Pacheco S.
Todo el entorno que genera la experiencia de ver lo que los Stones transmiten en un escenario implica sin duda muchos factores, quizás en unos más y en otros menos, no hay nada que tal vez no se haya escrito, experiencias abundan en la red. Aquí he de plasmar un poco de todo para unos y nada para otros. Haciendo a un lado (sin menospreciar) la arcaica y ridícula idea de que Brian Jones lo era todo, quizás lo máximo, enfocando las bondades y bemoles de la época en que coincidí con ellos, desde la gran industria que crearon en su entorno y potencializaron en los noventa, hasta la destreza de los riffs ejecutados por un Keith Richards ahora con artritis y dedos deformados, la exacta precisión de Charlie Watts con una batería de seis piezas, a Ron Wood quien matiza y ayuda en las bases de las canciones en directo a Keith y remata con dinamismo los solos todo el tiempo que el público y Jagger lo exijan, siendo este último como uno de los mejores frontman de la historia y del apellido obligado para cualquier referencia dentro y fuera del mundo musical. Por muchos motivos de entre los cuales al tener la fortuna de presenciar en varias ocasiones a la banda de rock más grande de la historia, me permito tener la calidad moral y suficiente para escribir un poco de algunas vivencias en la época en que coincidimos.
Debo iniciar con antecedentes generacionales, propios de la época en la que muchos contemporáneos crecimos y quizás coincidimos, la tecnología se limitaba en los hogares con una consola, tornamesa con cassette, radio, televisión y un atari 2600. De niño, mi madre solía poner entre su música el álbum blanco, de Beatles, y el recopilatorio Through The Past, Darkly (Big Hits Vol. 2) de los Stones, de inmediato marcarían mi gusto ‘She’s A Rainbow’ y ’Ruby Tuesday’.
En el lugar donde vivía no podía faltar el vecino que tenía el aparato de sonido más potente del rumbo, tuve uno a dos casas de la mía, era de Matamoros y ferrocarrilero, siempre por las tardes, antes de irse a trabajar, le subía todo el volumen a su aparato y de manera fortuita todos en el rumbo teníamos que oír sus gustos, entre los cuales, dependiendo su estado de ánimo, escuchaba a Rigo Tovar, AC/DC, Led Zeppelin, Opus y los Rolling Stones. Y no era para menos, sus vecinos alcohólicos de al lado tenían el “complejo” de identificarse con Vicente Fernández, los Tigres del Norte y la ‘Banda del carro rojo’, siempre alardeando con su estúpido gritito ranchero… después entendí por qué tenía la obligación de subir tanto el volumen.
“Siendo niño a veces resultaba mejor grabarlas del radio deseando que no hablara el locutor, siempre teniendo listos los botones de Rec y Pausa, era toda una aventura y choque de emociones cuando lo conseguías”
Gracias a él conocí algo que ahora es habitual para contemporáneos y nuevos, una tarde con mucha pompa y estilo, me enseño sus vinilos; el primero era el Houses Of The Holy de Led Zeppelin, mientras de fondo escuchaba ‘If You Want Blood, You´ve Got It’ de AC/DC, yo apreciaba la portada del Let It Bleed y él hacía lo propio tildando de “discazos” sus pertenencias, mientras seguía viendo subía el volumen y me decía; “cierro los ojos e imagino que estoy en el concierto… te das cuenta que una banda realmente es buena cuando tocan mejor en vivo que en estudio”.
La gente decía que escuchaba música del diablo, a sus espaldas decían que era un pinche loco que estaba sordo y adoraba al demonio, eran los ochenta, incluso tenia el librito que daban en la iglesia para estudiar el catecismo que rezaba: “Queremos rock sepamos las consecuencias” y se mofaba donde decía que AC/DC significaba “Anti Christ – Death to Christ”, era un buen tipo, me decía que no escuchara a los Hombres G ni Soda Stereo, que no escuchara Radio Cañón, Radio Alegría ni Radio Variedades, así que al tener mi primer grabadora de una bocina y radio análogo, me resulta obligado mencionar que gracias a él conocí Rock 101, Cosmos 103, ambas en la frecuencia modulada, La Pantera y Radio Capital, en el 1260 de la amplitud modulada, esta última como referencia obligada y su programa de las cuatro de la tarde Rock a la Rolling, cuyo eslogan es inolvidable (“…un monumento al sonido con el ritmo pesado de los “Rolling Stones”), en la cual gracias a estas estaciones muchos conocimos ‘Sympathy For The Devil’, ‘Lady Jane’, ‘Wanna Hold You’, ‘Citadel’, ‘Angie’, ‘2000 Light Years From Home’, entre otras, sin hacer a un lado el repentino sonido de una niña diciendo “imagen” al iniciar la canción o la popular “Oigo Radio Capital”, refrescando años después mi mente con comerciales de 1992 como “El sabor de la noche de Brandy Viejo Vergel” con ‘Let’s Spend The Night Together’ de fondo.
Era complicado comprar Lp’s y cassettes originales y no era fácil saber en qué disco vendría una canción que ni siquiera sabías cómo se llamaba. ¿Quién no recuerda los paseos por el Discolandia y años más tarde por Tower Records y Mixup? Siendo niño a veces resultaba mejor grabarlas del radio deseando que no hablara el locutor, siempre teniendo listos los botones de Rec y Pausa, era toda una aventura y choque de emociones cuando lo conseguías, ¡qué días! De repente apareció el CD y el primero que tuve me lo regalo mi madre, era el mismo Through The Past, Darkly (Big Hits Vol. 2) y después el Flashpoint, toda una belleza escuchar ‘Paint It Black’ y las escalas de bajo de Bill Wyman en ‘Miss You’ y en vivo.
El Voodoo Lounge
Me remito ahora a abril de 1994 al Foro del Autódromo Hermanos Rodríguez, (ahora Foro Sol), México nunca había vivido un concierto tan grande en producción, con un despliegue de luces, sonido cuadrafónico, rayos láser, y una pantalla circular. Pink Floyd de Gilmour daba una presentación que nadie podría superar, un foro improvisado con 4 gradas y maderas que daban la impresión de caer al grito constante de “México” acompañado de tres aplausos. La banda llevó a cabo un histórico concierto que, al paso del tiempo y con sólo dos presentaciones, pocos tuvimos la dicha de presenciarlo y poder reprobar la calidad de cualquier concierto en la actualidad. Es así como inicia la especulación meses después hacia los Stones al anunciar la gira Voodoo Lounge generando grandes expectativas hacia Jagger y Richards, ya sin Wyman, después de lo hecho por Gilmour y Wright, sin Waters, y ante la incógnita si podrían superar el Division Bell.
El país vivía un ambiente enrarecido; el magnicidio del candidato oficialista, elecciones grises y fraudulentas remataban con una crisis económica conocida como el error de diciembre, el dólar se disparaba y el peso se devaluaba ante éste, el poder adquisitivo para comprar un boleto en una mejor zona se veía más complicado, en ese tiempo hubo secciones desde noventa “nuevos pesos” (sección Azul) hasta mil nuevos pesos (Zona Oro). La empresa OCESA, quien había firmado meses atrás el contrato con los Stones, debía pagar en dólares a estos mientras los boletos se vendían en pesos devaluados, era la oportunidad de consolidarse como el monopolio que ahora es o morir en el intento, pero la devaluación era una de las peores en la historia del país y los Stones estaban a punto de cancelar sus shows, no había ni permisos ni un lugar adecuado a la talla de estos. Al no contar con un lugar para dicho evento incluso se contempló que se llevara a cabo en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, situación a lo que el entonces patronato universitario se negó. Así que dentro de las cúpulas políticas, el presidente en turno, Ernesto Zedillo, y Carlos Salinas harían todo porque se llevara a cabo, necesitaban legitimidad y apaciguar el entorno tanto político, social y económico. Eran los tiempos del EZLN, Mario Aburto, el fraude electoral y las promesas de modernidad del TLC (Tratado de Libre Comercio) firmado por Salinas. Así que las gradas improvisadas, un terreno irregular en la curva del autódromo serían lo que hasta hoy es el peor lugar para disfrutar de un concierto.
Por otro lado, los medios hacían su trabajo, hablaban de su visita en la frecuencia política para olvidar el descalabro financiero… y así resultaría, son los Stones, a quien le importaba San Cristóbal de las Casas y la farsa revolucionaria del Neozapatismo o las caídas de la Bolsa de Valores. Mientras tanto en el papalote Museo del Niño se proyectaba en la pantalla IMAX, el concierto de la gira Steel Wheels de 1989. La Coca Cola promocionaba el evento con CD’s conmemorativos y posters, un número de tapa roscas y cinco pesos por cada uno de los dos discos promocionales de los Stones.
Llegaba el día de la venta de los boletos, largas filas desde la madrugada en las taquillas del estacionamiento del Palacio de los Deportes y las afueras de lo que fueron Tower Records y Discolandía; en Mixup también, donde en su interior se encontraban los stands de Ticket Master para comprar boletos, muchos habían pernoctado en las afueras de los establecimientos donde se conseguirían las entradas, formados con tiendas de campaña, sleeping bags, cervezas y botellas con alcohol, era un ambiente de fiesta, motivo suficiente para los “charros negros”, las cubitas, los vodkas, la marihuana y convivir con desconocidos que gustaban de lo mismo y otros que buscaban hacer su negocio revendiendo las entradas.
Y es que cuando las primeras fechas se pusieron a la venta el mismo día se vendieron 102 mil boletos, agotándose por completo el concierto del sábado 14 de enero de 1995 e imponiendo un nuevo récord en la historia de los conciertos en México y para los Stones en América Latina. En un inicio serían tres fechas confirmadas y una cuarta por el éxito y la inesperada respuesta de la gente a la venta de los primeros. No había internet ni preventas exclusivas ni megabytes que documentarán las vivencias urbanas previas de los conciertos, era quizás la mejor década para corear, aplaudir y brincar en los conciertos sin los vacíos emocionales que Facebook y los Iphone’s mataron en el presente.
“Eran los escenarios diseñados por Mark Fisher que por fin llegaban a México, siempre futuristas y hermosos, que con grandes juegos de luces y pirotecnia dejaban asombrado al más exigente, los Stones no escatimaban en costos por llevar a cabo una gira tan lucrativa como cinco años atrás ya lo habían hecho con Steel Wheels y Urban Jungle y para ello trabajaban de manera conjunta Jagger y, sobre todo, Charlie Watts con Fisher en el diseño, funcionalidad y teatralidad de los escenarios”
Era una década en que lo espectacular de un escenario formaba parte del show business en que los mismos Stones eran pioneros y con ello sabían cómo venderse mejor, no sólo era un concierto, era toda una industria, una experiencia para que el público “cambiara su manera de ver los conciertos de rock”, eran los escenarios diseñados por Mark Fisher que por fin llegaban a México, siempre futuristas y hermosos, que con grandes juegos de luces y pirotecnia dejaban asombrado al más exigente, los Stones no escatimaban en costos por llevar a cabo una gira tan lucrativa como cinco años atrás ya lo habían hecho con Steel Wheels y Urban Jungle y para ello trabajaban de manera conjunta Jagger y, sobre todo, Charlie Watts con Fisher en el diseño, funcionalidad y teatralidad de los escenarios.
El escenario estaba hecho de 170 toneladas de aluminio y acero, dando una visión de lo que sería el mundo cibernético en el siglo XXI, adornado con 2500 luces, varilites, spots fijos y seguidores, y una potencia de audio de 2 millones de watts en 420 bocinas.
Era enero de 1995, iniciaba el verdadero gran negocio de OCESA para lucrar y monopolizar los conciertos en México, era la primer ocasión que los Stones visitaban este país, tocarían para un público previamente extasiado y que incluso en estaciones de radio como Universal Stereo 107.3, WFM 96.9 y Radioactivo 98.5 sólo hablaban de su visita, locutores como Adolfo Fernández Zepeda, Martín Hernández, Fernanda Tapia, Esteban Arce y Jordi Soler te bombardeaban y previamente te “preparaban mentalmente” con especiales para consumir el Voodoo Lounge, y no era poca cosa, transmitían el audio del show editado que unos meses atrás habían ofrecido en New Jersey y un poco del Flashpoint. Constantemente se escuchaban los especiales dedicados y los comerciales del “tour audacia pura” de Smirnoff.
Llegaba la primera fecha y el Viaducto Miguel Alemán lucia atiborrado (a lo que hoy en día ya es normal), en el metro escuchabas a uno que otro que amenazaba con dar portazo, muchos ya querían llegar “entonados” con unas copas encima o unos “toques” de marihuana, el puente que cruza la avenida Rio Churubusco, precisamente entre el Autódromo y el Palacio de los Deportes, desde las cinco de la tarde ya se encontraba repleto de gente que vería a lo lejos y sin pagar a los Stones, lo mismo ocurría en la azotea y ventanas del edificio de la CONADE. El Mariscal Romero desde España apostaba que los Stones no volverían más, al no ser en una silla con ruedas, decía, pues en aquel entonces Jagger contaba con 51 años de edad, Richards con 50, Watts con 53 y Wood con 47. Así que el grito era ahora o nunca “quizás sea la última vez que tengas la oportunidad de verlos”, “seguramente es su ultimo tour”… decían, un eslogan más con el que los Stones jugaron y supieron utilizar en las siguientes décadas para que el público los consumiera. Y llegaban los días en que con desangeladas presentaciones abrían los conciertos Caifanes, era toda una pesadilla para sus integrantes estar ahí, un desprecio generalizado, era mejor no haber ido, después de ese descalabro se esfumaron por años. Eran los tiempos en que meter una cámara o una grabadora resultaba casi imposible y pocos sabían de lo que hoy conocen como discos piratas (bootlegs) y los que apreciaban y sabían el valor de la memorabilia y los recuerdos que dejarían vivir esos conciertos.
La gente estaba impaciente, nunca como aquel entonces. Sonaban los beats del tom de piso y tarola, entonces ahí Charlie Watts abría con ‘Not Fade Away’, aparecía Jagger sin mediar decoro al ser observado por todos y detrás de él un primer riff de Keith con el resto de la banda. Ahí estaban frente a mí los Stones tocando en mi época, algo que los detractores de ocasión y los que nunca han vivido un concierto de estos podrían imaginar, aquellos que torpemente les restan calidad alguna por la simple e infame alusión a la ausencia de Brian Jones.
En aquel entonces aún tocaban el set de 23 canciones, ejecutando ciertas distinciones como ‘Rock And A Hard Place’, ‘Rocks Off’, ‘Angie’, ‘Beast Of Burden’, ‘Just My Imagination’ (cover de los Temptations), ‘Heartbreaker’, ‘Monkey Man’, más las canciones que se promocionaban del entonces nuevo disco como ‘You got me rocking’, ‘Sparks Will Fly’, ‘I Go Wild’ y ‘Love Is Strong’, obviando las que han sido de base y que han tocado en vivo siempre, sin olvidar ‘Sympathy For The Devil’ después del set de Keith Richards en el que Jagger reaparecía debajo del escenario personificado del Voudon Damballah junto a inflables de Elvis Presley, Shiva, una Virgen, un cráneo de chivo, un rosario, una cabra y un crucifijo. Por mucho superaba lo esperado y el paso del tiempo hace que se revaloren, aún más, esas asistencias.