Simone de Beauvoir (1908-1986)
Altiva. Crítica. Pasional. Inusual. Atea. Libre. Adjetivos como estos describen un poco a uno de los mayores íconos del llamado nuevo feminismo: Simone Lucile Ernestine Merie Bertrand de Beauvoir. Nacida en París el 9 de enero de 1908 en el seno de una familia acomodada. Autora de lo que hoy se concibe como la biblia de dicha corriente: El Segundo Sexo. Compañera de vida de otra mente brillante de mediados del siglo pasado, Jean-Paul Sartre.
Por Abby Medrano
Mujer compleja que decidió desde muy joven vivir la vida que ella deseaba, decepcionando las expectativas sociales de su época. Entre la independencia económica y el escribir, no había cabida a hijos en la vida de una mujer burguesa de 1930. Rompió con los estándares. Critica la función maternal como la atadura que alinea por igual a la condición femenina. “No se nace mujer, se llega a serlo” es la idea central de su tesis que consiste en liberarnos de la calidad de reproductivas en que la sociedad nos encasilla, limitando el poder creativo y productivo que se desarrolla a partir del rompimiento con la idiosincracia dominante, tomar el control de la propia existencia, abrirse camino a todas las experiencias que una mujer puede vivir.
El Segundo Sexo vino a ser un parteaguas de movimientos sociales internacionales, como el Movimiento de Liberación de la Mujer en Estados Unidos, Canadá, Italia y Alemania, donde se exigía que el sexo femenino fuera considerado como un ser humano en el más amplio sentido de la palabra. Dejar de ser una simple subordinada del hombre. Algunas feministas radicales llegaron a criticar a Beauvoir por considerar incongruente su obra con su estilo de vida pasional. Se cree que ser feminista es sinónimo de luchar en contra del hombre, repudiarlo, pretender dominarlo. Pésima interpretación de tan exquisita obra. Simone amaba a los hombres, a las mujeres, al ser humano.
La turbulenta carrera de la filósofa toma vuelo al conocer a su alma gemela, Jean-Paul Sartre. Admiración mutua es lo que impulsa el éxito de ambos. Ella nunca había conocido a alguien a quien concibiese superior a sí misma. De la idolatría a la pasión. Compartiendo su vida, su éxito, y sus amores contingentes, siendo el uno para el otro el único amor necesario. Su relación estaba basada en la libertad, la igualdad y la complicidad intelectual y afectiva. Nunca vivieron bajo el mismo techo. Siempre se hablaron con el más elevado respeto, y la transparencia que reflejaba el uno al otro pone en duda la validez de las relaciones monogámicas, llenas de secretos y ataduras.
Formaron la pequeña familia, como solían llamar a su red de múltiples amoríos compartidos con estudiantes de las facultades de las que eran catedráticos. Tenían fama de seductores de jóvenes estudiantes, hasta más de doce años menores que ellos. Tenían pretigio de amantes irresistibles, llenos de poder intelectual. Con altas y bajas, la complicidad de Sartre y Beavoir, Poulou y Castor, solo culminó hasta la muerte del poeta, poco después de la segunda guerra mundial. Fue cuando Simone se atrevió a compartir hogar con otro hombre, Claude Lanzmann, cineasta y escritor.
Antes no lo hubiera podido hacer, ni siquiera con Nelson Agren, su amor americano. De quien se enamoró profundamente y despertó la desenfrenada pasión de la mujer que ya no era nada más que ese ardiente, orgulloso, impaciente y feliz deseo de él. Pero la fraternidad que la unía a Sartre le impedía dejar el viejo continente para vivir el idilio desenfrenado en Chicago. Antes de El Segundo Sexo, Simone no era más que una viajante de la literatura, mujer inmersa en el ambiente intelectual completamente masculino de la época, con el anhelo de poder escribir algo que le otorgara el más sublime respeto de su compañero idealizado.
Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre
Su inspiración fue dada a partir de la sugerencia que Sartre le hizo de escribir sobre lo que ella mejor conocía, ella misma. Fue cuando se preguntó qué era exactamente ser mujer en un contexto y época determinados. Y ahí comenzó el viaje de transformación que cambiaría al mundo entero, empezando por la transición de la mujer antes y después de analizar su condición bio-psico-socio-económica. Su publicación en 1949 busca dar consuelo al estado de desequilibrio que la autora entrevé en las mujeres de la sociedad que la rodea. Romper con las limitaciones que ellas mismas aprendieron a imponerse, visto desde una perspectiva ajena, desde el panorama de una mujer casi hombre, una mujer intelectual.
Sin embargo, una relación de dominio no se deconstruye de un día al otro. Sería recomendable que nos cuestionemos cuánto realmente ha progresado esta transición que inició hace poco más de medio siglo. Cambios podemos percibir, ciertamente, pero los números estadísticos continúan hablando. Si observamos analíticamente la formación que se comienza a dar a un recién nacido desde incluso antes de su nacimiento, podemos ver muchos tradicionalismos y resistencias de la cultura patriarcal dominante. Cuando una mujer se entera que está preñada (para muchas la mayor aspiración existencial), comienza a reproducir las expectativas de género establecidas y reforzadas por el contexto que la vela.
Los juguetes que el infante manipula son adecuados en cuanto a función, forma y color que se consideran aptos a su sexo. A los varones se les estimula para conquistar el mundo, a las hembras para cuidar de quienes conquistarán el mundo. Las etiquetas van impregnando nuestro espacio, invadiendo poro a poro nuestra percepción y expectativas de la vida. Se cree que existen tiempos exclusivos para experimentar etapas estandarizadas de desarrollo. El progreso de la tésis feminista se nos presenta casi como espejismo.
Pero como todo proceso, conlleva múltiples etapas y requiere de tiempo y coraje. Es sugerente pensar que alcanzar la equidad real entre sexos es tarea de aquellas mujeres que piensan como hombres, mujeres virago. Sin duda, hoy en día las que gozamos de cualquier grado de libertad estamos en deuda con este ser humano que decidió dar un paso adelante. Mi manera de brindarle tributo es expresar de ella lo que el mundo debe conocer y apreciar. Gracias a ella. Gracias a Simone de Beauvoir.